"El sabio no permite que el deseo lo aliene; antes bien, lo encauza a través del placer, único remedio a la libido"
Michel Onfray
Recuerdo esta expresión bastante usada en la secundaria: anda que te cache un burro o que te cache un burro ciego, o esas otras variaciones que, a través de agregados, le daban mayor tono cómico, verbigracia, que te cache un burro ciego en primavera. La dicción de la frase se daba de un solo tirón, rápidamente, como quien busca dar un correazo, de esos que suenan tanto como duelen. Era una de las tantas formas adolescentes de mandarse a la mierda. La imprecación tuvo un auge que coincidió con mis últimos años de secundaria, a pesar que en otro espacio, la pre, aquella frase era ya remota y poco se usaba. Sin embargo, siempre me pareció un insulto extraño. Entendía que cuando se lo decías a alguien era porque buscabas rebajarlo, convertirlo en un ser tan retorcidamente pasivo que merecía ser sodomizado por un animal, una bestia de carga famosa por sus dimensiones genitales. No sé si la frase, tal cual, se conoce y se usa en otros países. Pero es seguro que debe tener una parecida que exprese la misma idea, como aquella manchega, y casi evangélica, “que te den por el culo". Es evidente que el filo zoofílico es un ángulo más en un conjunto de aristas latentes y nerviosas, que es el mundo violento de chicos repletos de la más pura y desesperada arrechura.
Michel Onfray
Recuerdo esta expresión bastante usada en la secundaria: anda que te cache un burro o que te cache un burro ciego, o esas otras variaciones que, a través de agregados, le daban mayor tono cómico, verbigracia, que te cache un burro ciego en primavera. La dicción de la frase se daba de un solo tirón, rápidamente, como quien busca dar un correazo, de esos que suenan tanto como duelen. Era una de las tantas formas adolescentes de mandarse a la mierda. La imprecación tuvo un auge que coincidió con mis últimos años de secundaria, a pesar que en otro espacio, la pre, aquella frase era ya remota y poco se usaba. Sin embargo, siempre me pareció un insulto extraño. Entendía que cuando se lo decías a alguien era porque buscabas rebajarlo, convertirlo en un ser tan retorcidamente pasivo que merecía ser sodomizado por un animal, una bestia de carga famosa por sus dimensiones genitales. No sé si la frase, tal cual, se conoce y se usa en otros países. Pero es seguro que debe tener una parecida que exprese la misma idea, como aquella manchega, y casi evangélica, “que te den por el culo". Es evidente que el filo zoofílico es un ángulo más en un conjunto de aristas latentes y nerviosas, que es el mundo violento de chicos repletos de la más pura y desesperada arrechura.
Lo que me trae a la memoria al
poeta rusticus, a lo Pound, de la provincia colombiana, la calurosa
Cereté de Córdova: Raúl Gómez Jattin (1945-1997). Poeta excepcional
que, en sus textos, blande su espíritu y su glande, cual príapo elevado y
rotundo. Poseedor de una capacidad de expresión intensa que puede ser tanto
festiva y dolorosa como tierna y socarrona. Diseminado entre los distintos
temas sobre los que discurre con sencillez y maestría (la muerte, la
locura, la familia, la memoria, las drogas, el amor, el deseo, etc.) destaca el
tratamiento de un tópico propio de tierras australes y calientes: el de la
arrechura verraca, una ‘llama de amor’ salvaje que impregna la voz del Raúl adulto al recordar su infancia inflamada por su
precocidad sexual, la misma que se despierta con amiguitas núbiles, primos
adolescentes y, claro, animales.
Guardando las distancias, hay una cierta similitud con la cosmovisión propuesta en la novela Canto de Sirena (1976) de Gregorio Martinez, donde el protagonista, el negro Candico, se nos presenta como el portador de una flama de amor desmesurada, la cual le permite entender el mundo desde un pansexualismo animista donde todo está dominado por el principio de la com-pene-trabilidad, aunque bajo una perspectiva naturalista, pues los elementos que se compenetran son siempre concebidos como macho y hembra. En cambio, para nuestro poeta poco importa el género ya que, literalmente, el objeto del placer lo es todo, animal, humano o, incluso, vegetal, pues de modositos sería desdeñar una buena fruta, como “una mata de plátano” (por estos lares, he escuchado, se opta por la papaya). Es pues Gómez Jattin, al menos en este poema, la esfinge de una arrechura pansexual y desbocada.
Imagen: Raúl Gómez Jattin
No hay comentarios:
Publicar un comentario